Después de que Maria Jorbalán revisó cada habitación, mueble, sótano, terraza, patio, buhardilla y corredor de su casa, se dejó caer en la primera silla que encontró y lloró aterradoramente. Todos, completamente todos los fantasmas que le acompañaron durante sus setenta y tres años habían desaparecido para siempre.
-Martha Fajardo Valvuena
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